Deposición de Cristo

Manuel Álvarez

Bajo relieve
Madera policromada.
​Medidas: 49 X 55 cm
Escuela castellana siglo XVI


Estudio
1. Libro “Treasures of Spanish Renaissance Sculpture, The origin of the Spanish Manner“
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Descripcion

Este relieve es obra de gran calidad técnica por su perfecto acabado formal, pese a las pequeñas dimensiones que tiene la pieza. Representa el momento en que José de Arimatea y Nicodemo se disponen a colocar el cuerpo muerto de Cristo en el sarcófago. La Magdalena besa la mano del Salvador con fervor, mientras detrás, la Virgen junta las manos e inclina la cabeza en un gesto de dolor contenido. Más al fondo, se encuentra San Juan, que tiene un clavo en la mano derecha, mientras enjuga sus lágrimas con el manto que porta su mano izquierda. Al otro lado, María Salomé y María Cleofás se aprietan una contra otra, embutidas en sus mantos, mientras una de ellas lleva la corona de espinas.

El relieve está compuesto con un equilibrio de masas evidente, pues las figuras se distribuyen en torno a un eje de simetría que refuerza la posición central de la Virgen. Pero, al mismo tiempo, el juego de los plegados crean un movimiento en forma de torbellino porque predomina un linealismo curvilíneo que enlaza unas figuras con otras e incluso las solapa, como se aprecia en el manto que cubre la cabeza del santo varón de la izquierda y el hombro de la Magdalena. Esas dos figuras masculinas se disponen en posturas forzadas  y presentan unas cabezas fuertemente expresivas, con sus barbas de mechones largos y serpenteantes que crean un fuerte expresionismo. Son rostros atormentados y patéticos. La figura de Jesús está trabajada con una anatomía correcta, de un cierto alargamiento del canon de progenie manierista, lo mismo que se advierte en el entrecruzamiento de las alargadas piernas. Presenta una cabeza serena y no se incide en mostrar signos de violencia, salvo en la sangre que salpica el cuello. Hay una interpretación muy a la italiana, por esta visión  de la muerte como un dulce sueño.

En el relieve hay una clara referencia berruguetesca, en especial, en los rostros de Nicodemo y José de Arimatea, así como en el ritmo envolvente de la curvatura engarzada de los paños. Pero también hay una elegancia distanciada en los gestos y en el ritmo de la composición que nos lleva hacia la evolución de su escuela, a mediados de siglo, hacia un arte más elegante en relación con la Transfiguración de la sillería alta de la catedral toledana y el posterior sepulcro de cardenal Tavera. Es la evolución que se marca en los maestros abulense-toledanos, como Juan Bautista Vázquez el Viejo, Isidro de Villoldo o los palentinos Francisco Giralte y Manuel Álvarez.

Es precisamente con este último escultor, con el que se muestran relaciones más directas. Siendo muy joven colaboró también como ayudante en el coro toledano, en donde pudo aparecer a través de Giralte, que será cuñado suyo, por casarse con una hermana de éste. Las mujeres del fondo recuerdan modelos giraltescos, pero no presentan el sentido de masas volumétricas del estilo de este escultor. En cambio, sí que aparecen citas constantes en la obra de aspectos habituales en la primera etapa de Manuel Álvarez. Hay que tener en cuenta que este escultor tuvo una larga vida, por lo que pudo evolucionar a lo largo de su producción, desde un manierismo elegante y refinado de procedencia berruguetesca, muy en contacto con maestros del foco toledano como Juan Bautista Vázquez, cuya época  abarca hasta 1563 aproximadamente, para luego recibir el influjo de Juan de Juni o de Gaspar Becerra, y que se irá reforzando paulatinamente hasta sus últimas obras.

En este sentido, las figuras de la Virgen e incluso de las dos mujeres situadas detrás, se acercan a los tipos humanos y al sistema de paños del relieve de Santa Clara y sus monjas del sepulcro de don Alonso de Rojas en la catedral de Toledo, en el cual ve su mano Margarita Estella, de igual modo que el tipo de los santos varones se acerca al del personaje bíblico del Lázaro Galdiano, también atribuido a Álvarez por la misma autora.

Pero también hay relaciones estrechas con diversas obras emprendidas por el escultor en el obispado palentino durante su primera etapa de actividad.

Lo tipos humanos de los dos santos varones se asemejan al Moisés y Elías del grupo de la Transfiguración de la fachada de la iglesia del Salvador de Valladolid, aparecen un mismo ritmo de plegados y las cabezas expresivas de barbas fluidas y serpenteantes. Incluso la figura del Salvador está cercana a la de Jesús de este Entierro, con la diferencia de representar un cuerpo vivo y envuelto en ropajes y un cuerpo muerto desnudo. Otros tipos similares aparecen en numerosas obras de Álvarez de esta etapa, como los Padre Eternos de las escenas del Génesis del banco del retablo de Arrabal de Portillo, del San Jerónimo, David, Salomón y San Gregorio del retablo de Quinanilla de Onésimo, con los que también tiene en común el ritmo sinuoso de los plegados. O el Simeón de la Presentación en el Templo del retablo de Santoyo. La misma fuerza expresiva de la cabeza se halla en un San Pablo de alabastro en la colegiata de Villagarcía de Campos (Valladolid), procedente del retablo mayor del monasterio de la Santa Espina, cuyos relieves están hoy en el museo Marés.

También el tipo del San Juan lo emplea Álvarez en otras obras del autor. El gesto de la Magdalena al besar la mano de Jesús, aparece en otros relieves del mismo tema del autor, aunque sean de fecha posterior a 1563, como el relieve de alabastro procedente de Castromocho (Palencia), hoy en el Museo Diocesano de Palencia, o el del retablo procedente de Berceruelo, hoy en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Valladolid.

Las mujeres se relacionan también con un relieve con el mismo tema del Entierro de Cristo, del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, que atribuyen a Francisco Giralte, pero pienso que más bien es obra de Manuel Álvarez.

A partir de todos estos enlaces, considero que es obra de la primera etapa del escultor, en torno a las fechas indicadas, e incluso no se puede excluir que el relieve lo hiciera en Toledo, en donde está documentada su actividad en la década de los años cincuenta, en torno al sepulcro del Cardenal Tavera de 1552, y después, en 1555, cuando solicita el cargo de aparejador de la catedral y hace los modelos de los candeleros del infante.

-  Jesús María Parrado del Olmo -

Publicado:

PORTELA SANDOVAL, Francisco José: La escultura del Renacimiento en Palencia. Palencia, 1977.
PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Los escultores seguidores de Berruguete en Palencia. Valladolid, 1981.
ESTELLA MARCOS, Margarita: Juan Bautista Vázquez el Viejo en Castilla y América. Madrid, 1990.

Deposición de Cristo